=Paper= {{Paper |id=Vol-2024/IberCrono_15 |storemode=property |title=De la inhumación a la cremación en el nordeste peninsular: cronología y sociedad. (From inhumation to inceneration in the Northest of the Peninsula: chronology and society). |pdfUrl=https://ceur-ws.org/Vol-2024/IberCrono_15.pdf |volume=Vol-2024 |authors=Giacomo Capuzzo,Francisco Javier López Cachero }} ==De la inhumación a la cremación en el nordeste peninsular: cronología y sociedad. (From inhumation to inceneration in the Northest of the Peninsula: chronology and society). == https://ceur-ws.org/Vol-2024/IberCrono_15.pdf
       De la inhumación a la cremación en el nordeste peninsular:
                         cronología y sociedad
                    (1) Giacomo Capuzzo, (2) Francisco Javier López Cachero
   (1) Laboratori d’Arqueologia Quantitativa (LAQU), Departament de Prehistòria, Universitat
Autònoma de Barcelona. (2) Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia, Universitat
                                         de Barcelona.
                    (1) giacomocapuzzo@gmail.com, (2) xavierlopez@ub.edu

                Resumen. A partir de los trabajos de Pere Bosh Gimpera, padre de la
                arqueología catalana, uno de los temas claves del debate protohistórico en el
                nordeste peninsular ha sido el estudio de la llamada “cultura de los Campos
                de Urnas” caracterizada por la difusión a nivel europeo de la costumbre de
                quemar los difuntos y depositar sus restos óseos en una urna funeraria de
                cerámica. Esta tradición se difundió de forma bastante rápida a lo largo de las
                últimas fases de la Edad del Bronce en un amplio territorio, abarcando desde
                los Cárpatos y el valle del Danubio hasta el nordeste de la Península Ibérica.
                Este proceso conllevó que una parte de los miembros de las comunidades
                locales, que se caracterizaban por la práctica de inhumar sus muertos en
                espacios diversos (silos, cuevas, últimos megalitos, hipogeos, etc.) de forma
                colectiva, empezara a adoptar el nuevo ritual funerario, en esencia individual.
                Este trabajo se propone analizar el proceso de transición de la inhumación a la
                cremación utilizando una metodología innovadora basada en el análisis
                estadístico de las dataciones radiocarbónicas procedentes de las tumbas de
                incineración y de inhumación entre el 1800 a.C. y 800 a.C. en el nordeste
                peninsular. En particular, se ha integrado el estudio de los contextos
                arqueológicos con las fechas de radiocarbono (14C).
                El objetivo de este trabajo no es solo fechar este fenómeno de cambio de
                ritual sino ir más allá e intentar identificar los aspectos que están detrás de
                este proceso de cambio cultural y que se vinculan con la organización social
                de las comunidades protohistóricas del noreste de la Península Ibérica entre
                las etapas finales de la Edad del Bronce y la Primera Edad del Hierro.
                Antes de proceder a valorar el cambio funerario desde la óptica de las fechas
                de radiocarbono, conviene establecer cuáles son las bases de nuestro
                conocimiento actual. Para ello analizaremos la diversidad funeraria que
                caracteriza el Bronce medio y cómo se transforma progresivamente en
                prácticas más estables basadas en la incineración, si bien no del todo
                homogéneas, a partir de un Bronce final avanzado (c. 1050 cal. BC). También
                valoraremos la calidad de los contextos fechados, así como las posibles
                variantes interpretativas relacionadas sobre todo con la pervivencia de la
                inhumación durante la Primera Edad del Hierro (c. 700-550 cal. BC).
                           From burial to cremation in the northeast of Spain:
                                         chronology and society
                Abstract. From the work of Pere Bosh Gimpera, the father of Catalan
                archeology, one of the key themes of the protohistoric debate in the north-east
                of Spain has been the study of the so-called "culture of the Urn Fields"
                characterized by the diffusion at European level of the custom of burning the
                deceased and depositing their remains in a ceramic funerary urn. This
                tradition spread quite rapidly throughout the late Bronze Age in a wide
                territory, ranging from the Carpathians and the Danube valley to the northeast
                of the Iberian Peninsula. This process entailed that a part of the members of
                the local communities, who were characterized by the practice of burial in
                different spaces (silos, caves, last megaliths, hypogea, etc.) collectively,
                began to adopt the new funerary ritual, individual in essence.
                        This paper aims to analyze the process of transition from burial to cremation
                        using an innovative methodology based on the statistical analysis of
                        radiocarbon dating from incineration and burial tombs between 1800 BC. and
                        800 BC. in the northeast peninsular. In particular, the study of archaeological
                        contexts has been integrated with radiocarbon dates (14C).
                        The objective of this work is not only to date this phenomenon of change of
                        ritual but to go further and try to identify the aspects that are behind this
                        process of cultural change and that are linked with the social organization of
                        the protohistoric communities of the northeast of the Peninsula Iberian
                        between the final stages of the Bronze Age and the First Iron Age.
                        Before proceeding to evaluate funerary change from the perspective of
                        radiocarbon dates, it is appropriate to establish the basis of our current
                        knowledge. In order to do this, we will analyze the funerary diversity that
                        characterizes the middle Bronze and how it is progressively transformed into
                        more stable practices based on the incineration, although not completely
                        homogenous, from an advanced final Bronze (c. We will also evaluate the
                        quality of the contexts dated, as well as the possible interpretative variants
                        related mainly to the survival of the burial during the First Age of Iron (c.700-
                        550 BC).


1 Introducción: las evidencias arqueológicas actuales
Tradicionalmente, el paso del Bronce medio (1800-1300 cal. BC) al Bronce final se ha realizado desde una óptica
rupturista vinculada a la penetración de grupos humanos pertenecientes a los denominados Campos de Urnas. Este enfoque
se ha fundamentado en la consideración de un cambio profundo y relativamente rápido que se iniciaría hacia el 1300 cal.
BC, que tendría principalmente como consecuencia la introducción de las cerámicas decoradas con acanalados y la
substitución de las prácticas funerarias de inhumación1 por las de incineración [Rui85, May98, Pon03]. Actualmente, esta
opinión se ha matizado a la luz de las cronologías calibradas pues si bien, las altas cronologías se mantienen en el primer
caso, más dudas se dan en el segundo. De este modo, se plantea un escenario un tanto diferente en el que las cerámicas se
introducirían con antelación al ritual incinerador en al menos dos o tres siglos [Lóp07, Cap14a, Cap14b], coincidiendo de
hecho con la dinámica de otros territorios cercanos como el sureste francés [Gas89, Gas00, Gas10, Gas11, Maz02,
Maz05].
    Las evidencias funerarias actuales para el período analizado muestran claramente una gran diversidad general que se
expresa desde diferentes puntos de vista y que se transforma radicalmente en un momento determinado con la irrupción de
la incineración. Precisamente, la dicotomía inhumación/incineración, bien conocida y a la que ya hemos aludido
anteriormente, sería el primer aspecto que habría que mencionar. Sin duda, se trata del cambio más trascendental de todos
los producidos a juzgar por la mayoría de los autores. No obstante, este cambio no debe entenderse de forma absoluta
puesto que a lo largo del Bronce final son esporádicos algunos casos de inhumación tales como la inhumación colectiva en
cueva (Roc de les Orenetes) y bajo túmulo (Castellets II) o la individual en cista (Castellets II). Otras prácticas de
inhumación tuvieron un recorrido cronológico mucho mayor hasta alcanzar plena época ibérica, si bien estuvieron
reservadas a casos excepcionales, como es el caso de la inhumación de neonatos bajo el pavimento de las casas (Pedrera o
Vincamet). Igualmente, cabe valorar también las prácticas crematorias, con mayor o menor intensidad de temperaturas y
niveles de destrucción del cuerpo, que desde el neolítico tenemos documentadas [Lóp08]. Estas evidencias pueden ir desde
una voluntad expresa de reducir los restos humanos a una mínima expresión siguiendo prácticas de depósito primario o
secundario, caso de la necrópolis neolítica de Camp del Ginèbre a Caramany [Vig98], hasta otras intensidades menores
como se desprende de los estudios realizados sobre restos humanos cremados parcial o intensamente procedentes de
diversas cuevas repartidas por Cataluña, Navarra, País Vasco y País Valenciano en cronologías del Neolítico a la Edad del
Bronce [Agu02a, Agu02b, Sol02, Gon10]. El uso de la cremación en estos casos ha sido vinculado a prácticas diversas que
pueden ir desde el descarnado rápido del cuerpo hasta la gestión del espacio funerario con el objeto de conseguir más
espacio, desparasitarlo o clausurarlo. No obstante, también incluyen excepcionalmente casos concretos de cremaciones de
los huesos muy intensas seguido de su depósito secundario, caso de l’Abric d’Escurrupenia durante el Neolítico final
[Pas02] o la Cova de la Costa d’en Cirera en el Calcolítico [Agu02a], con un resultado muy parecido a lo que
tradicionalmente entendemos como incineración.



    1 Somos conscientes de que estrictamente no todos los casos aquí tratados como inhumaciones lo son, pues a veces los cuerpos son
depósitados directamente sobre el suelo sin tierra que los cubra. De todos los casos considerados en este trabajo, la Cova de
Montanissell es el único contexto funerario donde se da está particularidad. No obstante, por razones prácticas no haremos en este
trabajo esta distinción y hablaremos siempre de inhumación.

                                                                 193
    En segundo lugar, hay que señalar el cambio que supone enterrar colectivamente durante el Bronce medio a hacerlo
individualmente con la aparición de las tumbas de incineración2. Si bien, el primer caso está condicionado por el uso de
recintos que restringen considerablemente el espacio disponible (cuevas, hipogeos, algún megalito, etc.), las necrópolis de
incineración pueden ser eventualmente ampliadas en horizontal y en vertical. Por tanto, este espacio funerario se concibe
en última instancia también como colectivo, es decir, que está pensado para albergar un número variable de tumbas y
siguiendo una dinámica de enterramientos sucesivos y bien individualizados, similar a la ya observada en algunos
enterramientos colectivos del Bronce medio como, por ejemplo, en la Cova de Montanisell, pero que ya existían durante el
Calcolítico campaniforme (casos como la Cova del Calvari o el hipogeo del carrer París).
    Finalmente, y al hilo de lo anterior, volvemos a recordar la gran diversidad de espacios funerarios documentada en los
diferentes períodos aquí tratados. Así, durante el Bronce medio es frecuente el uso de silos (Can Roqueta II), cuevas
(Montanisell), cistas (Vall de Miarnau), megalitos (Les Maioles) o hipogeos excavados en la arcilla o en la roca (Mas d’en
Boixos), que además son frecuentemente reutilizados. En cambio, durante el Bronce final se impone la necrópolis al aire
libre como espacio funerario dominante lo que muestra una cierta homogeneidad en el uso exclusivo de un espacio preciso
que sólo se ve alterado en ocasiones muy concretas con la colocación de algunas incineraciones en cuevas (Pau III, Olopte,
Can Montmany, Can Sadurní o Cova de la Guineu), megalitos (más dudosas) o silos (L´Hort d’en Grimau o la fosa 718 de
Can Roqueta II), estos últimos ya durante la Primera Edad del Hierro. Estos tipos de enterramientos han sido denominados
por algunos autores como tradiciones funerarias «mixtas» por mezclar conceptos viejos y nuevos, lo que además serviría
para justificar una supuesta transición entre el abandono de la inhumación y la aceptación de la incineración [Rui14],
debate que no creemos zanjado. No obstante, a pesar de que la necrópolis se erija como el espacio dominante para
depositar a los muertos, queremos insistir en que las tumbas son objeto igualmente de variaciones arquitectónicas, tanto
dentro de las propias necrópolis como entre los diferentes territorios del noreste peninsular, asunto que ya ha sido tratado
sobradamente en anteriores trabajos y que aquí no desarrollaremos [Lóp08].


2 Perspectiva social de los cambios
En suma, sin ánimos de ser reduccionistas y aun reconociendo algunas excepciones, entre el Bronce medio y la Primera
Edad del Hierro se observa un importante cambio funerario que se puede describir a partir de tres niveles diferentes: se
substituye la inhumación por la incineración, la colectividad por la individualidad de la tumba y la diversidad de recintos
por el uso de necrópolis al aire libre.
    Estos tres niveles pueden utilizarse también para analizar su relación con posibles cambios en la esfera de lo social. En
un trabajo anterior [Lóp08] ya aludíamos a que estos cambios estaban estrechamente relacionados con el desarrollo social
de las comunidades del noreste peninsular y que a partir de su evolución se podía hipotetizar acerca de un incremento de la
complejidad social. El resultado sería la desaparición del interés por el enterramiento colectivo y carente (o escaso) de
ajuar y su substitución por otro basado en el enterramiento individualizado, de unas dimensiones crecientes y con un
depósito de objetos (pertenencias personales del muerto y otros tipos de objetos) cada vez más importante, tanto en
número como en calidades, funcionalidades e incluso procedencias distintas. En este sentido, la comparación entre las
dinámicas funerarias del Bronce inicial y la Primera Edad del Hierro son más que evidentes de las transformaciones
producidas, aunque bien es cierto que el cambio social más contundente se producirá fundamentalmente en esta última fase
y no en el tránsito del Bronce medio al final donde, como hemos dicho, los cambios en los tres niveles antes aludidos
tardarán en concretarse.
    Hacia finales del segundo milenio a.C. en Europa occidental empezaron a desarrollarse modelos económicos más
complejos debido a un aumento en la productividad. Este fenómeno transformó los mecanismos sociales y comerciales del
noroeste del mediterráneo y por lo tanto también del noreste de la Península Ibérica [Pons 2012]. A comienzos de la Edad
del Hierro, las desigualdades sociales se hicieron más evidentes, sobre todo con la presencia en los ajuares funerarios de
objetos de prestigio y/o de importación (fíbulas de pivote y de doble resorte, objetos anulares, cuchillos de hierro), indicio
de contactos cada vez más frecuentes a través del Mediterráneo, y, sólo más tarde, de elementos vinculados al rol de
guerrero (espadas y lanzas de hierro y elementos defensivos en bronce). Estos elementos se pueden así interpretar como la
señal directa de la formación de una clase de elites guerreras en las comunidades del nordeste peninsular, modelo ya
atestiguado a partir de una etapa anterior en la Europa Central y en el mundo atlántico, que de esta manera adquiere una
escala pan-europea [Kri01, Qui04, Bru09, Fok13, Ded14].




    2 Esta afirmación necesita una aclaración dado que pueden darse en ocasiones algunos enterramientos individuales durante el
Bronce medio (en cista o en fosa/silo), así como enterramientos dobles o, más excepcionalmente, múltiples en algunas tumbas de
incineración. Sirva de ejemplo para este último caso, algunas tumbas de Can Piteu-Can Roqueta donde se han identificado dos o tres
individuos tanto durante el Bronce final como en la Primera Edad del Hierro [Car07] o el túmulo del Tossal del Tancat con más de una
treintena de individuos, aunque en este caso, con cremaciones de diversa intensidad (parciales o intensas) [Gal86].

                                                                 194
3 14C y el tratamiento de los datos
Con el objetivo de datar este importante cambio cultural, se ha hecho imprescindible el análisis de todos los contextos
funerarios fechados por radiocarbono ubicados en el territorio correspondiente a la actual Cataluña y zona limítrofes. Hoy
en día, la datación por radiocarbono se ha convertido en una herramienta indispensable para fechar los materiales
orgánicos y así esclarecer la ubicación temporal de los restos arqueológicos y, por lo tanto, investigar los procesos
materiales y las actividades tanto humanas como naturales que han generado el depósito arqueológico.
   El marco cronológico escogido abarca un periodo de un milenio, entre 1800 y 800 a.C., el término último se debe a la
presencia en la curva de calibración IntCal13 [Rei13] de la conocida meseta de Halltstatt, un tramo plano (plateau)
ubicado en la transición climática entre Subboreal y Subatlántico, responsable de un incremento de incertidumbre en las
dataciones 14C una vez calibradas [Bar08].
   Podemos entender la adopción del ritual funerario de la incineración en términos de una trasformación social desde una
sociedad con un alto porcentaje de individuos que practican la inhumación a una caracterizada por un alto número de
tumbas con evidencias de incineración. Esta definición implica que este cambio cultural no puede entenderse como un
evento puntual en el tiempo, sino como un proceso de transición y, por lo tanto, como un intervalo de tiempo caracterizado
por la discontinuidad en cuestión que debe ser descrito y analizado en términos probabilísticos.


3.1 Metodología del trabajo

Las técnicas implementadas para el análisis de los datos son la Suma Calibrada de Distribución de Probabilidad (SCDP) y
la modelización Bayesiana de conjuntos de dataciones con el programa OxCal 4.2 [Bro09] y la curva de calibración
IntCal13 [Rei13]. Las dataciones radiocarbónicas se han dividido en dos fases según estén asociadas a tumbas de
inhumación o de incineración.
    Gracias a la SCPD ha sido posible comprobar la distribución en el tiempo de los dos rituales funerarios; sumando un
grupo de dataciones se obtiene una nueva función de densidad de probabilidad por el periodo definido que es el resultado
de la suma de los intervalos de confianza de las dataciones individuales [Bar08,Cap14a]. Los picos observables en la curva
obtenida generalmente pueden ser interpretados como momentos de máxima difusión del ritual analizado correspondiendo
a su floruit [Ott73, Ait91]. Con el objetivo de reducir el nivel de incertidumbre, las dataciones con desviación estándar
igual o mayor de 100 años se han excluido de este tipo de análisis.
    Para la correcta interpretación de las SCPD es necesario recordar que ciertas partes de la curva de calibración son
directamente responsables de los picos visibles en el gráfico [Mic06, Wil12, Ker14]. Cuando la curva es creciente o
decreciente, obtendremos un valor reducido para el error estándar de la datación calibrada y, por tanto, una estimación
bastante precisa de aquel valor. Por el contrario, cuando la curva es plana, el valor del intervalo calibrado de la datación
radiométrica será mucho más amplio [Ait91]. Eso implica que los tramos de la curva de calibración IntCal13, cuyos
efectos son más relevantes, son los plateaus y los calendar-age steps. Los primeros producen una reducción de los picos
de la SCDP, ya que los plateaus convierten una datación individual en un intervalo de confianza amplio y plano. Los
segundos generan una serie de picos estrechos y agudos a causa del solapamiento de dataciones múltiples [Wil12].
    Para poder comprobar la alteración de la SCDP a causa del proceso de calibración se ha puesto a prueba la hipótesis
nula de ninguna relación entre los resultados obtenidos en la SCDP y los efectos de la calibración a través de técnicas de
simulación. Se ha producido así una Suma Calibrada de Distribución de Probabilidad utilizando una datación por año en el
                                                                  intervalo cronológico entre 1800 y 800 a.C. (Fig. 1). La
                                                                  SCDP simulada nos proporciona una evidencia clara del
                                                                  efecto de la calibración, los picos visibles corresponden a
                                                                  los calendar-age steps, tramos en los que la curva
                                                                  IntCal13 es muy empinada. Son relevantes los picos
                                                                  alrededor de 1620, 1420 y 800 a.C. efecto del proceso de
                                                                  calibración.




                                                                    Figura 1 - Curva SCPD simulada, mismo número de
                                                                          dataciones por cada intervalo temporal.
                                                                    Curva de calibración IntCal13 (Software: OxCal 4.2).




                                                              195
    Una vez comprobada la anterioridad de las tumbas de inhumación respecto a las de incineración, las dataciones se han
analizado con el auxilio de la modelización Bayesiana para poder calcular el intervalo de tiempo correspondiente al
proceso de transición de un ritual a otro. Gracias a esta técnica es posible hacer inferencias sobre la distribución de
probabilidad a posteriori de un conjunto de parámetros, que es el resultado de la combinación de la probabilidad a priori
con la likelihood de los datos [Bay63, Buc96, Buc04, Buc15a Buc15b]. La fuente de información más importante es la
información a priori que obliga las dataciones a seguir un orden prestablecido. En nuestro caso de estudio es responsable
del orden de las dos fases que componen la secuencia bayesiana; se ha utilizado un modelo de fase contiguas, formado por
dos fases, la primera correspondiente a los contextos de inhumación y la segunda a los de incineración. De hecho,
disponemos de la información arqueológica que nos habla de la introducción del ritual incinerador después de un periodo
caracterizado por la práctica de la inhumación, aspecto confirmado por las SCPD. En este tipo de modelo el programa
admite una distribución aleatoria de las dataciones dentro de cada fase, en nuestro caso para comodidad en la visualización
se han ordenado cronológicamente en cada fase, de las más antiguas a las más recientes. Los valores de la transición están
expresados en años a.C. según las probabilidades del 95,4% (2σ) y del 68,2% (1σ). Una consecuencia de la modelización
Bayesiana es la identificación de outliers (dataciones aberrantes) en la secuencia. Una datación se define outlier cuando su
índice de concordancia está por debajo del 60%, que así constituye el umbral de aceptación; eso implica que el intervalo de
confianza de una datación con bajo índice de concordancia no se ajusta estadísticamente a la fase de pertenencia y por lo
tanto al mismo modelo. Ya que la inhumación no desaparece con la introducción de la incineración se han considerado
outliers las dataciones más recientes de la fase de inhumaciones con índice de concordancia inferior a 60%.


3.2 Los datos analizados y su calidad

El conjunto de datos analizado se compone de 101 dataciones radiocarbónicas procedentes de 48 yacimientos
arqueológicos, 77 dataciones están asociadas a tumbas de inhumación y 24 a tumbas de cremación (Tabla 1, Fig. 2). Se
han seleccionado tan solo las dataciones que abarcan el periodo entre 3590 y 2460 BP. La mayoría de las muestras
fechadas son de vida corta, principalmente huesos humanos (72), huesos animales (8) y resina cristalizada (1). Las demás
muestras se han obtenido sobre carbón (20). Los contextos fechados se ubican principalmente en tres zonas, el área
metropolitana de la ciudad de Barcelona y el Penedés, la zona de Girona y el territorio entre las provincias de Lleida y
Huesca marcado por la confluencia entre los ríos Segre y Cinca. Otras áreas como la franja pre-pirenaica y pirenaica se
caracterizan por un vacío documental, a pesar incluso de las prospecciones llevadas a cabo en la última década [Cle14,
Gar14, Gas14].
    Los datos recolectados evidencian la variabilidad de los tipos de sepulturas del II milenio a.C. en el área de estudio,
como ya se ha subrayado anteriormente. Las inhumaciones del Bronce medio se documentan principalmente en fosas
simples de planta circular (Camp Cinzano, Can Ballarà, Can Castellví de les Planes, Can Roqueta II, Can Roqueta-Torre
Romeu, Cinc Ponts3, La Serreta, Llirians del Mas, Mas d'en Boixos 1, Minferri, etc.), probables silos reaprovechados, a
veces con nicho lateral excavado (dos casos en Can Roqueta II y tres en Minferri). Este tipo de contextos prácticamente
desaparece durante el Bronce final (Camp dels Moros de la Codina) para volver a documentarse durante la Primera Edad
del Hierro en yacimientos muy concretos del entorno de Sabadell (Can Gambús 2, Can Roqueta-Can Revella y Can
Roqueta II). Son también frecuentes los hipogeos durante el Bronce medio normalmente localizados en la zona del
prelitoral y litoral central de Catalunya con casos como Can Filuà, Can Roqueta II, Can Roqueta-Torre Romeu, Carrer
Riereta, Mas d'en Boixos 1 y Plaça de la Gardunya. El hipogeo de la Vinya del Corb es el único fechado por radiocarbono
que se ubica en la zona del interior de Cataluña. Se documentan también inhumaciones en estructuras megalíticas o
derivados como son los casos del Paradolmen de Tafania, la Cova d’Aigües Vives y el Dolmen de Les Maioles, mientras
que los dólmenes de la Pera d’Ardèvol y de Clarà presentan un uso funerario del Bronce final4. El caso del Dolmen de la
Foleda es particular pues presenta dos dataciones, una de cada período, sobre un total de 10 dientes y algunos restos óseos
humanos recuperados [Raf15]. Dos dataciones más del Bronce medio proceden de cistas tumulares con inhumaciones
individuales (Riols I y Vall de Miarnau), práctica que se mantiene durante el Bronce final en Castellets II (tumulo 14),
necrópolis donde se combina la práctica individual con la colectiva. Las inhumaciones en cueva también son muy
abundantes en el Bronce medio con ejemplos como Cova Cervereta, Cova de la Pesseta, Cova de Montanissell y Cova del
Gegant, mientras que son escasos durante la etapa siguiente (Cova del Mort). Finalmente, destacan también los
enterramientos de neonatos bajo el suelo de las viviendas de Vincamet y el de Els Vilars. Este tipo de inhumaciones
aparece con anterioridad al Bronce final (caso de la Pedrera y posiblemente también del Tossal de les Tenalles) y
perdurará durante época ibérica, aunque este caso se aleja por su particularidad de las demás prácticas de inhumación antes
citadas.
    Las estructuras tumulares son mucho más abundantes entre las tumbas de incineración (p. ej. Can Barrraca, Coll de
Moro, La Codera, Pedrós, Sebes, Turó de la Capsera). En otros casos, son típicos los amontonamientos de piedra como

    3 Fecha realizada en el marco de la subvención concedida por el Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya a la
Universitat de Barcelona para el mantenimiento y funcionamiento del Laboratori de Datació per Radiocarboni de la UB.
    4 Es importante comentar que en ninguno de estos casos existen materiales arqueológicos que puedan ser vinculados con esta fase.
Esto también sucede en el Paradolmen de Tafania, razón por la cual la fecha fue rechazada por sus excavadores [Bos93].

                                                                 196
sucede en Can Piteu, si bien normalmente lo único que se conserva es la fosa con la urna cineraria (Can Barraca, Can Bech
de Baix, Can Missert, Can Piteu-Can Roqueta y El Pi de la Lliura), a veces de gran tamaño como en El Coll, ya en la
Primera Edad del Hierro. Una cierta variabilidad caracteriza también los contextos de incineración fechados por
radiocarbono. Además de la tipología mayoritaria de tumba caracterizada por la presencia de la urna funeraria observamos
también cremaciones sin urna (La Codera, Sebes), donde los huesecillos calcinados se encuentran directamente en el
interior de la fosa. Destaca el caso de Can Roqueta II, en el que se ha datado una incineración dentro de un silo al margen
de la necrópolis de Can Piteu.
    El análisis cronológico de algunos enterramientos colectivos del Bronce medio muestra con frecuencia procesos
diferenciados. Ejemplos como Can Filuà, les Maioles o la Cova de Montanissell se caracterizan por una formación
relativamente rápida del depósito funerarios con enterramientos sucesivos que se producen dentro de un mismo siglo. En
cambio, muy diferente se comporta el caso del hipogeo 35 de Mas d’en Boixos con dos dataciones muy diferentes y que
podrían indicar un proceso discontinuo de difícil explicación. También resulta muy interesante la dinámica de grandes
yacimientos como Can Roqueta donde coexisten diversos hipogeos y fosas colectivas, lo que puede dar a entender un uso
particular vinculado a linajes diferenciados al menos durante el Bronce medio.
    Es importante destacar que se han excluido de la base de datos las dataciones procedentes del yacimiento de la Cova
120, que presenta restos humanos quemados y depositados en cueva, fechables en el Bronce Antiguo [Agu87], y el Forat
de la Conqueta, cavidad con cremaciones “sanitarias” [Gon10]. Estos rituales se alejan de los depósitos característicos de
los Campos de Urnas en el Nordeste peninsular.
    Tampoco se incluyen las dos dataciones de la estructura 3 de Pou Nou II [Mar02]. Recientemente, este inhumado ha
vuelto a ser fechado por radiocarbono (muestra sobre diente) dando como resultado una cronología postcardial acorde con
el conjunto material identificado en la fosa5.
    Finalmente, se han rechazado las dataciones de la necrópolis del Calvari debido a los resultados tan diferentes
obtenidos sobre las muestras procedentes de las mismas tumbas (155 y 94) y proporcionados por los laboratorios de
Groningen y Beta-Analytic [Raf08].




   Figura 2 - Contextos arqueológicos incluidos en el análisis: (1) Bòbila Madurell; (2) C/Emili Grahit - C/Ullastret; (3)
   Camp Cinzano; (4) Camp dels Moros de la Codina; (5) Can Ballarà; (6) Can Barraca; (7) Can Bech de Baix; (8) Can
   Castellví de les Planes; (9) Can Filuà; (10) Can Gambús 2; (11) Can Missert; (12) Can Piteu-Can Roqueta; (13) Can
 Roqueta II; (14) Can Roqueta-Can Revella; (15) Can Roqueta-Torre Romeu; (16) Carrer Riereta; (17) Castellets II; (18)
  Cinc Ponts; (19) Coll de Moro; (20) Cova Cervereta; (21) Cova d'Aigües Vives; (22) Cova de la Pesseta; (23) Cova de
 Montanissell; (24) Cova del Gegant; (25) Cova del Mort; (26) Dolmen de Clarà; (27) Dolmen de la Foleda; (28) Dolmen
    de la Pera d’Ardèvol; (29) El Coll; (30) Els Vilars; (31) Forat de la Tuta; (32) La Codera; (33) La Serreta; (34) Les
   Maioles; (35) Llirians del Mas; (36) Mas d'en Boixos 1; (37) Minferri; (38) Miquel Vives 69-73; (39) Paradolmen de
  Tafania; (40) Pedrós; (41) Pi de la Lliura; (42) Plaça de la Gardunya; (43) Riols I; (44) Sebes; (45) Turó de la Capsera;
(46) Vall de Miarnau; (47) Vincamet; (48) Vinya del Corb. Las inhumaciones están marcadas en gris y las cremaciones en
                                               blanco (Software: ArcGIS 10.3).



   5 Información en curso de publicación proporcionada por Xavier Oms.

                                                               197
Tabla 1 - Lista de yacimientos analizados.




                    198
4 Discusión
Con el objetivo de visualizar la distribución en el tiempo de los dos rituales funerarios y comprobar las diferencias
cronológicas entre los dos fenómenos se han generado dos Sumas Calibradas de Distribución de Probabilidad, una para las
inhumaciones (Fig. 3A) y otra para las cremaciones (Fig. 3B).




 Figura 3 - Suma Calibrada de Distribución de Probabilidad de las dataciones radiocarbónicas de los contextos funerarios
                           asociados a los rituales de: (A) la inhumación y (B) la cremación.
    La SCPD producida con 74 dataciones 14C procedentes de contextos con inhumaciones (Fig. 3A) se caracteriza por una
estructura en dos fases, en una primera fase entre 1800 y 1460 a.C. predomina una cierta estabilidad en la adopción del
ritual inhumador, sigue un descenso bastante rápido en el número de adoptantes que permanece hasta el término último de
la ventana temporal, matizado tan solo por el leve incremento en el número de contextos en la última fase del periodo.
Sensiblemente diferente es la SCDP que incluye 24 dataciones procedentes de tumbas de cremación (Fig. 3B). Esta se
caracteriza por una primera fase en la que predomina la ausencia de este ritual, de hecho, el comienzo de la probabilidad
de hallar contextos de incineración en el territorio analizado se observa únicamente a partir de 1200 a.C. A este propósito
cabe subrayar que con esta técnica no se está fechando el momento en el que aparece la cremación en el Nordeste
peninsular sino el comienzo de una probabilidad, que será muy baja alrededor de 1200 a.C. e irá subiendo a medida que
nos movemos hacía el 800 a.C. ya que a partir del 1100 a.C. el número de adoptantes incrementa de forma constante en la
ventana temporal de estudio. El pico tan marcado de la SCPD ubicado alrededor del 800 a.C. es un producto del proceso
de calibración, tal y como ya hemos mencionado en el apartado de la metodología (Fig. 1).
    A raíz de este análisis, se pone de manifiesto que la introducción del ritual de la cremación en el Nordeste peninsular
corresponde a un claro fenómeno de adopción de innovación, su floruit se localiza en una fase de Bronce final mientras
que el de las inhumaciones se ubica en las primeras fases de la Edad del Bronce.
    Gracias al análisis bayesiano del conjunto de datos (Tabla 1) y tras haber averiguado la fiabilidad de las muestras
utilizadas, se ha podido modelizar de forma probabilística el proceso de cambio cultural y así calcular el intervalo
cronológico correspondiente a la transición de la inhumación a la cremación (Fig. 4). Las 101 dataciones radiocarbónicas
se han dividido en dos fases. En la primera, que incluye todas las inhumaciones fechadas, se han individualizado 11
outliers que corresponden a las dataciones más recientes, señal de la supervivencia de este ritual, aunque solo en contextos
marginales (sobre todo silos) y nunca en necrópolis como sí sucede en algunos casos del sudeste francés. Incluso, la
disposición de algunos cuerpos en algunos yacimientos (Can Roqueta II o Camp dels Moros de la Codina) nos lleva a
pensar en una voluntad de deshacerse de los cadáveres más que en un ritual funerario propiamente dicho [Maj07].
    La modelización estadística indica que la transición de la inhumación a la incineración se puede fechar entre 1015 y
921 a.C. con una probabilidad de 2σ y entre 988 y 939 a.C. a 1σ (Fig. 5). La confirmación de la validez del modelo se ha
obtenido gracias a un alto valor de 125 en el índice de concordancia. Además, la presencia de muestras de vida corta entre
las dataciones más antiguas de los contextos de incineración es fundamental para descartar la posibilidad de un efecto
madera antigua en el intervalo de confianza obtenido por la transición.
    A pesar de que el cambio de la inhumación a la cremación no haya implicado el abandono de un ritual hacia el otro, a
la luz de los resultados obtenidos podemos inferir que la adopción de la práctica de incinerar a los difuntos se desarrolló de
forma bastante rápida en el Nordeste peninsular. El cambio funerario tuvo que suceder en apenas 2-4 generaciones (a 1 y
2σ, respectivamente), lo que supone un proceso relativamente rápido, aunque no inmediato.



                                                              199
Figura 4 - Modelo de fases contiguas para la transición de la inhumación a la cremación en Cataluña y zonas limítrofes
                                                     (Amodel=125).


                                                          200
     Figura 5 - Intervalo de confianza que describe la transición de la inhumación a la cremación en Cataluña y zonas
                          limítrofes. Se han marcado los intervalos de probabilidad de 1σ and 2σ.




5. Conclusiones
El análisis de las dataciones radiocarbónicas en relación con los puntos de vista tratados muestra aparentemente pocos
cambios en el desarrollo social de las comunidades del NE peninsular entre el Bronce medio y el Bronce final. No será
hasta la Primera Edad del Hierro cuando se observen cambios profundos en la dinámica social.
    El paso de la inhumación a la incineración, como hemos dicho, se produce en unas pocas generaciones. Aparentemente
se muestra como un proceso bastante rápido, pero conviene ser prudentes por varias razones. Por un lado, desconocemos el
verdadero papel que desempeñaron los ejemplos precedentes en los que el fuego fue parte activa del ritual funerario
(cremaciones parciales y más o menos intensas). Por otro, convendría realizar dataciones radiocarbónicas sobre las
denominadas tradiciones funerarias “mixtas” para que podamos situarlas correctamente en el tiempo y de este modo
validar o rechazar su interpretación como contextos de transición, tal y como se viene defendiendo habitualmente.
    El paso de lo colectivo a lo individual parece evidente a grandes rasgos, si bien ya hemos comentado la existencia de
excepciones en ambos sentidos (v. nota 2). Las inhumaciones individuales observadas en contextos de Bronce medio
proceden de fosas (estructuras 7 y 18 de Camp Cinzano, 27 de Cinc Ponts, 405 y EN-135 de la fosa/silo 95 de Minferri o
Can Castellví de les Planes) o cistas (Vall de Miarnau, Riols I) y contrastan con el dominio de los depósitos colectivos en
hipogeos, fosas, cuevas, megalitos, etc. La transición a la incineración se observa también en Els Castellets II de
Mequinenza donde coexisten inhumaciones colectivas e individuales durante el Bronce final, siendo las incineraciones
tardías dentro de esta misma fase. Todas las cremaciones datadas son, en principio, individuales lo que confirma el cambio
de tendencia observado con la generalización de las necrópolis de incineración. Algunos autores [Rui14] han identificado
el paso de la inhumación a la incineración con la emergencia de la individualidad, donde cada tumba de incineración se
corresponde con un antepasado concreto, apareciendo de esta forma un sistema gentilicio y ofreciendo la posibilidad de
visitar periódicamente la tumba para perpetuar la memoria de aquellos difuntos más relevantes. No obstante, la
individualidad ya se observa en algunos contextos funerarios colectivos (Cova de Montanissell) y, por otro lado, la
necrópolis no deja de ser también un espacio de uso colectivo.
    El paso de la diversidad de espacios utilizados durante el Bronce medio a las necrópolis de incineración ha sido otro de
los temas tratados en este trabajo. Este cambio es evidente pero conviene ser prudentes al respecto. Las tumbas de
incineración pueden presentarse también bajo formas muy distintas, por lo que conviene matizar su supuesta uniformidad.
Es más, determinados contextos nos permiten pensar en la existencia de procesos de transición. Por citar sólo dos
ejemplos, podríamos establecer una cierta continuidad entre el mundo de las cistas tumulares individuales o colectivas del
Bronce medio y la incineración en cista típica de algunas necrópolis de la zona del Segre-Cinca. Casos como Castellets II
nos permiten tener muy presente esta posibilidad. Del mismo modo podríamos interpretar las cremaciones en cueva (de las
que no disponemos de ninguna datación absoluta) o en fosa (Can Roqueta II, Mas d’en Boixos o L’Hort d’en Grimau) con

                                                             201
o sin urna cuyos restos no difieren en exceso de los que aparecen en contextos de necrópolis. En este caso, la continuidad
en el uso de algunos de los típicos espacios del Bronce medio también nos parece probable.
    Desde nuestro punto de vista, el verdadero cambio está en convertir la necrópolis en el centro vertebrador del territorio
y, más concretamente, en erigirse como el punto de referencia del poblamiento, ya sea este disperso (en granjas o pequeñas
instalaciones) o concentrado (en auténticos poblados). La generalización de las necrópolis al aire libre es una apuesta
decidida en favor de la visibilidad de la muerte en el contexto de comunidades que se articulan entorno a este espacio. Las
grandes necrópolis de incineración como Can Piteu o Can Bech de Baix, con su largo desarrollo temporal, demuestran el
arraigo de una población a su territorio, un crecimiento demográfico a lo largo de tiempo y probablemente implican
dinámicas de agregación de la población a partir de pequeños núcleos dispersos. De todos modos, no parece que siempre
se haya optado por desarrollar grandes necrópolis. Así en otros casos, un mismo asentamiento parece compartir distintas
necrópolis o sectores funerarios bien individualizados. Este sería el caso de Roques de Sant Formatge, el Coll del Moro,
Castellets o la Codera, por ejemplo. El significado de estos espacios funerarios diferenciados ha sido relacionado
frecuentemente con la existencia de distintas agrupaciones familiares o linajes. También en necrópolis como Can Piteu o la
Colomina se han observado conjuntos de tumbas relacionados (bajo empedrados o estructurando el espacio) que
perfectamente podrían interpretarse como la evidencia de relaciones de parentesco entre difuntos. En cualquier caso, la
aceptación de que diversos linajes pudieran hacer uso de una misma necrópolis o de espacios funerarios diferenciados nos
llevaría a asumir que el territorio, por muy disperso o concentrado que sea su poblamiento, estaría habitado por
agrupaciones suprafamiliares fuertemente arraigadas. En este contexto, las necrópolis y los rituales desarrollados entorno a
la muerte jugarían un papel destacado en el mantenimiento de la cohesión intergrupal y materializarían de forma clara la
identificación de las comunidades con su territorio.
    Los cambios que se observan en la composición del ajuar funerario a través del tiempo también nos pueden informar
sobre la organización social de las poblaciones del nordeste Peninsular. Para ello es importante atender a las diferencias
entre períodos y contextos, pero sin perder de vista que las prácticas de depósito no siempre reflejan las diferencias
sociales existentes en vida [Lóp14]. Los enterramientos del Bronce medio presentan depósitos muy escasos, sobre todo, se
trata de cerámicas y escasos adornos en hueso, concha o metal. En los contextos colectivos el problema se agudiza al
resultar imposible la mayoría de veces establecer una vinculación física entre los objetos y su destinatario o destinatarios.
A veces, incluso, no es segura la correspondencia entre el episodio funerario y los objetos, por ejemplo, en la Cova del
Gegant [Dau17]. Un caso particular es el de la Cova de Montanissell donde la disposición individualizada de los muertos
sí permite establecer una relación fiable entre los objetos depositados y los cuerpos6 [Arm06]. La identificación de un
ajuar tampoco resulta fácil en los conjuntos estratificados como las fosas tipo silo. A veces, los objetos aparecen en el
mismo nivel funerario y la asociación parece evidente (como la taza carenada de Can Ballarà). En otros casos, la relación
es supuesta o pueden significar rituales posteriores al entierro. Lo mismo ocurre con los restos faunísticos que, en estos
casos, podrían vincularse con restos de banquete (fosa 7 de Camp Cinzano) o sacrificios de animales llevados a cabo por
otros motivos (fosa 88 de Minferri). Idéntica vinculación puede establecerse entre algunas fosas funerarias de Can Roqueta
o Minferri y las cercanas estructuras con depósitos singulares de fauna caracterizados por disponer de animales enteros o
partes representativas de algún animal por lo general domésticos [Alb11, Nie14]. Dicho esto, el análisis cronológico
realizado muestra que los enterramientos más antiguos contienen vasos, cuentas y colgantes de malacología, y botones y
separadores de perforación en V (estos últimos, por ejemplo, en la fosa 459 de Can Roqueta II y en el hipogeo de Can
Filuà). La Cova Cervereta presentaba también al menos una mandíbula de ovicaprino entre los restos de los dos
inhumados, algunos fragmentos cerámicos y una lámina de sílex. El ya mencionado enterramiento triple de la fosa 88 de
Minferri es otro buen ejemplo de depósito faunístico por su abundante fauna representada, probablemente ofrendas
cárnicas en su mayoría asociadas al individuo senil [Equ97, Nie14]. Estas políticas de depósito se mantienen sin grandes
cambios a lo largo del período, si bien conviene destacar el citado caso de la Cova de Montanissell con ajuares claramente
individualizados como los que corresponden a los cuerpos 1 (2 brazaletes de bronce en espiral, un collar mixto de cuentas
tubulares de dentalia y bronce y posiblemente una diadema de bronce), 7 (aguja de hueso para el pelo) y 8 (collar mixto de
cuentas tubulares de dentalia y bronce).
    Las inhumaciones que se documentan en el Bronce final siguen unas pautas similares a las anteriormente descritas.
Destaca el enterramiento del túmulo 14 de Castellets II con una decena de brazaletes de bronce y algunas cerámicas
acanaladas, dinámica que se repite un poco más tarde en los túmulos 2 y 3, aunque en estos casos con enterramientos
colectivos con más de una treintena de cuerpos en ambos casos. En el dolmen de la Pera se ha descrito al menos un vaso
de apéndice de botón que podría estar relacionado con el episodio funerario fechado por 14C. Finalmente, en el Camp dels
Moros de la Codina es interesante destacar la aparición de un cérvido completo y otro parcial representado por las
costillas, la extremidad superior derecha y la mandíbula. Los depósitos de caballos y perros (o restos significativos) en las
inmediaciones o dentro de algunas fosas funerarias en la zona de Can Roqueta, al menos durante la Primera edad del
Hierro, demuestra la continuidad de estas prácticas más allá del período aquí tratado [Alb16].



    6 Es exactamente lo mismo que se observa en otros conjuntos funerarios del Calcolítico campaniforme como la Cova del Calvari o
el hipogeo del carrer París.




                                                                202
    Los ajuares de las tumbas de incineración son normalmente escasos. Las urnas acanaladas y sus respectivas tapaderas
suelen estar presentes en la mayoría de los conjuntos, mientras que la presencia de vasos de acompañamiento se observa en
varios casos si bien no siempre parecen pertenecer al momento en que se entierran los restos del difunto sino a la clausura
de la tumba mediante el túmulo o a posibles visitas o rituales posteriores conmemorativos (Can Barraca, Turó de la
Capsera o Castellets II). Los objetos no cerámicos representados son adornos corporales (brazaletes en Pedrós) y del
vestido (agujas en Pi de la Lliura), así como escasos instrumentos (navajas en Can Piteu y el Pi de la Lliura o pinzas
también en la misma tumba de Can Piteu). Si bien la presencia de objetos ornamentales ya se manifestaba durante el
Bronce medio (por ejemplo, en la Cova de Montanissell), no ocurre lo mismo con el depósito de instrumentos. Esta
dinámica es, aparentemente, diferente a la observada en los enterramientos del Bronce medio, si bien no parece
consolidarse claramente hasta la Primera Edad del Hierro con la aparición de grandes conjuntos de cerámicas y objetos
metálicos. Sólo entonces parece clara la existencia de distinciones de sexo, de rol o de estatus, no siempre fáciles de
relacionar por la dificultad de determinar el sexo a partir de los restos cremados.
    El patrón de depósito que hemos descrito para el Bronce medio y el Bronce final basado exclusivamente en los
conjuntos fechados por radiocarbono parece caracterizarse, independientemente del ritual practicado, por la presencia de
pocos objetos, en su mayoría algunos vasos y algunos ornamentos personales. También es recurrente la aparición de restos
faunísticos susceptibles de ser interpretados como parte de banquetes, si bien también es posible pensar en algunos casos
en animales sacrificados para acompañar al muerto (perros y caballos), más que en su consumo.
    Actualmente, no es posible evaluar si entre el Bronce medio y el Bronce final se produjo un incremento en el número
de objetos representados en la tumba. No obstante y en cualquier caso, hay que reconocer que su representatividad en
ambos períodos es baja. Por ejemplo, en las necrópolis de incineración del Bronce final, donde sí es posible valorar el
porcentaje de tumbas con objetos metálicos, su presencia oscila entre el 4 y el 9% en casos como Can Missert (4,2%), Can
Piteu (5%) o el Pi de la Lliura (9,1%) [Car14]. Lo mismo puede decirse de los depósitos de fauna que en Can Piteu es
ligeramente mayor al porcentaje de objetos metálicos. La literalidad de estos datos nos llevaría a asumir que las
desigualdades sociales son escasas, sin embargo, ya hemos comentado en alguna ocasión que la tumba no es el lugar
elegido para colocar ciertos elementos como, por ejemplo, las espadas que sabemos se están produciendo localmente
(Regal de Pídola), son objeto de reciclaje (depósito de Llavorsí) y a veces se amortizan en depósitos rituales (espada de la
Llacuna) [Lóp14]. Por tanto, es probable que el muerto sólo dispusiese en el momento del entierro de algún objeto
personal (básicamente ornamentos) y que su riqueza (y el poder) se distribuyese entre la familia mediante la herencia.
    En definitiva, las necrópolis del Bronce final parecen enmascarar las diferencias sociales y es probable que las tumbas
y su contenido no reflejen necesariamente la estructura social de estas comunidades. Esta situación contrasta radicalmente
con las prácticas de depósito funerario que se inician durante la Primera Edad del Hierro, primero con importantes
conjuntos de objetos que incluyen todo tipo de objetos personales y que muestran la riqueza y el poder del difunto, pero
también de instrumental propio de ciertas actividades colectivas como los banquetes. A partir del siglo VI a.C. se
incorporará abundante armamento de ataque y para la defensa en las tumbas. Es ahora cuando se materializa en las
necrópolis la figura del guerrero que hace ostentación de sus riquezas y de su posición social, por lo que la tumba y el
funeral se convierten en una clara expresión de exhibición social y de poder del difunto y su familia [Lóp14].


6 Agradecimientos
Este trabajo ha sido realizado en el marco de los proyectos 2014SGR-1169 y 2014SGR-108 de la Generalitat de
Catalunya, HAR2012-31036 y HAR2013-48010-P del MEC. Algunas de las dataciones son inéditas y nos fueron
proporcionadas por el Servei d’Arqueologia i Paleontologia de la Generalitat de Catalunya o por los propios investigadores
quienes pusieron a nuestra disposición los informes del laboratorio y el contexto fechado. Por todo esto, queremos
agradecer expresamente las informaciones proporcionadas por el Servei d’Arqueologia i Paleontologia de la Generalitat de
Catalunya, así como a Joan Daura, Montse Sanz, Xavier Esteve, Magí Miret, Maite Mascort, Carme Belarte, Jaume
Noguera y Xavier Oms.


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                                                             203
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